28 abril 2009

El pecado de tentar a otros

Estoy poniendo esto en la categoría de Áreas Grises porque describe acertadamente mucho de lo que puede seguir. Esto fue escrito por Charles Spurgeon muchos años atrás. Lo que está en negrita obviamente fue resaltado por mí. Lea esto y considérelo.



Nosotros podríamos ser parte en los pecados de otros hombres al tentarles a pecar. Esto es algo muy odioso y hace que el hombre que lo practica se convierta en el más dedicado siervo y esclavo del diablo.

He conocido a tales tentadores de otros, - hombres viejos que, desde su juventud, habían pecado de tal manera vergonzosa que su misma mirada estaba llena de lascivia. Había una mirada en sus ojos que casi era suficiente para destruir toda la castidad que venía debajo de su ojeada; y su conversación estaba llena de doble sentido, insinuaciones e indirectas que eran casi peores que blasfemia abierta. He conocido tal masa de putrefacción andante contaminar toda una parroquia; y cuando he visto a un muchacho andar con tal demonio encarnado, o sentándose con él en la taberna, supe que el carácter del muchacho sería arruinado si ese vil doctor de la maldad pudiese instruirlo en los vicios en los cuales él está tan vergonzosamente familiarizado.

Hay tales amigos en Londres y casi podríamos desear tenerlos bien enterrados y a distancia, porque son los siervos de Satanás que esparcen maldad. No pienso estar señalando a una criatura horrorosa; sino que sé que algunos grandes pecadores de ese tipo vienen de dentro de estos muros, y por supuesto, estarán muy enojados en mi alusión a ellos, pero nunca conocí a un ladrón que le tenga cariño a los policías, y no espero o deseo tener la aprobación de sinvergüenzas cuyo carácter maligno estoy exponiendo.

Señor, si le he descrito, y no se arrepiente de su pecado, le digo que el lugar más caliente del infierno está reservado para usted, porque usted ha guiado a jóvenes a la taberna y les ha enseñado a beber las drogas del diablo para que repitan sus asquerosas blasfemias y para que imiten su lascivia escandalosa. Pero antes de que sea demasiado tarde, le ruego que se arrepienta de su pecado, que sea quitado por la preciosa sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, que nos limpia de todo pecado; porque sino los “pecados de otros” clamarán en contra de usted en el juicio en la barra del Todopoderoso.

Solemnemente les encargo a todos ustedes, que no han cometido esta iniquidad, nunca hacerlo, cuídense de nunca decir una palabra que pueda manchar la inocencia de la mente de un niño, y que nunca suelten una expresión que en algún modo podría ser el medio de llevar a otra persona al pecado, porque nos es fácil convertirnos en parte de los pecados de otros al tentarlos a cometer iniquidad.

Charles Spurgeon

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